Presentaciones

Cada presentación comenzaba a llevar el sello de algo que estaba dentro nuestro pero que no lo encontrábamos en ningún lugar, por eso la voz fue corriendo y cada presentación se fue llenando de voces, de personas, de seguidores y de peluseros y peluseras que encontraban todas las palabras que no podían decir en sonidos que vibraban con la tensión justa. Pero el mensaje demandaba un formato con sus necesidades propias, por lo tanto, no solamente la banda se encargaba del armado de sus instrumentos y amplificadores correspondientes, sino también de todo lo necesario para que los videos que acompañaban a las canciones en vivo, se sincronicen de tal manera que uno vea un videoclip ejecutado en vivo. Allí nació la perspectiva audiovisual, de poner en imágenes aquello que complementaba a una música que se hacía fuerte en guitarra, bajo, batería y vientos. Cada canción con su video se producía escena por escena por los integrantes para llevar historias que dejen en la retina aquello que debía contarse y debía mostrarse. Así lo obligatorio para cada presentación incluía lo auditivo y lo visual, con igual importancia. Mientras los espectadores oyentes se dispersaban viendo los videos y escuchando la banda o viendo la banda y escuchando los videos. Fue una revolución. Que llevaba su esfuerzo, sus horas de dedicación pero la satisfacción detrás de cada aplauso en cada presentación parecía encontrar la retribución a cada empuje necesario para llevar y traer una música que se pueda ver y sentir.

Cada recital fue particular y especial desde que la banda se formó y sin duda alguna cada una de las personas que pasaron por ellos tendrán un recuerdo imborrable de aquellas presentaciones audiovisuales. Sin embargo, puedo recordar aquel recital que el clima había descargado por toda la semana una cantidad de agua necesaria para evitar que cualquier persona salga de su casa, alguien que estaba ahí anunciaba que iba a haber un “solazo en plena noche” y así fue. Dos horas antes de que Pelusa toque cesó la lluvia, cesó el viento y salió la luna para escuchar y ver música. La misma luna que los veía desde un tanque de agua que estaba más lleno de sueños que de agua. O aquella vez que la injusticia de la vida desplegaba su imponderabilidad sobre la sagrada sala de ensayo dejando que el fuego absorba mas de lo necesario e incluso parte de aquello que no podía comprender lo que valía. El reencuentro fue una noche única en lugar donde había gente por todos lados esperando ver a la banda que había sabido superar la injusticia de la vida para volver a compartirnos esa música que no se encontraba en otro lado que ahí, en ese lugar y en ese momento. La luna nuevamente estaba presente y casi que le pidió al viento que se tome franco para que el único sonido que se oiga sea el de esa banda que volvía a rugir, volvía a sonar más fuerte que nunca.

Luego llegarían las presentaciones en La Fiesta de La Nieve, mítica presentación para cada músico de la ciudad o la Biblioteca Sarmiento, con una peluseada de peluseros sentados y acomodados para escuchar y ver. Siempre escuchar y ver. Hasta el Cerro Catedral los escuchó y los vió en una tarde de nieve y de dedos congelados que no impidieron que suene cada acorde, cada punteo y cada canción, y así siguen las historias, los recuerdos y las anécdotas pero siempre en torno a una banda que recorrió los caminos necesarios para contar mensajes e historias obligatorias en cada presentación. Ni hablemos de aquel Intendente que no quiso que toquen su pesadilla, no hicieron mas que dar mas empuje y mas fuego. Fuego que forjó lo que se esperaba, la transportabilidad de un momento único e irrepetible disponible para escuchar una, dos, tres o quinientas veces: el primer disco. “Canta la tierra” llegó como un regalo para aquellos que atesorábamos cada canción en la memoria lo que la memoria aguante hasta el próximo recital. Fue un regalo, es un regalo. Fue la devolución a todos los que transitamos los caminos con cada canción de Pelusa en el Pupo en la Capital de Los Lagos que aprendió a escuchar cuando suena aquello que forma parte de todos nosotros pero que solo se ve y se escucha de una sola manera.

Los años pasaron y quedan los recuerdos de cada presentación junto a la ansiedad de cada presentación por llegar. El impacto de una banda que iba en contra de lo establecido hizo mella en la gente de la ciudad que se hizo eco de las nuevas formas de hacer música.

Siempre desde el arte y con el arte para crear y recrear el compartir canciones, momentos, recuerdos y sonidos que se pueden volver a escuchar, pero siempre van a ser únicos, cada uno en cada presentación y en cada recital.

La mística generada en relación a la música que llega y moviliza tiene una orientación divina orientada por “El Dios Huemul” un símbolo que ha emergido de lo impreso para formar parte de los videos de la banda y hasta, en algún momento, compartió unas palabras:

“He venido desde muy lejos, desde un lugar donde vivo hace siglos y en el camino he visto mares y ríos, selva y desierto, palabra y silencio. He visto la madre tierra llorar por sufrimiento y he visto los dioses vivir en el recuerdo de muchos. Pero he sido invocado por un sonido, un sonido plasmado en una imagen que silencia las palabras, que hace pensar a los mortales en cosas de otros tiempos. Por eso les pido que no solo vean, no solo oigan sino que sientan el sonido que no puede callar y que ha ido desde la punta de la montaña a la orilla del lago que nos rodea. Desde el lugar que yo vengo los llamamos “Enemigos del Silencio” porque no pueden callar lo que piensan, lo que sienten. En este lugar decidieron llamarse Pelusa en el Pupo”

Una divinidad con orientación hacia un camino que no puede dejar de ser postergado, aunque son palabras nada más, lo dicen todo. Comprendido su mensaje volvió hacia su lugar de eterna meditación y contemplación.

Sea quien sea que siga ese espíritu que habita en nosotros encontrará la música que proviene desde todos los lugares que forman parte de lo que somos, de lo que no podemos olvidar y de aquello que hizo huella en cada uno de nosotros, en imagen y sonido, en tiempo y memoria. Desde hoy y para siempre que Pelusa en el Pupo sea el elemento que conecta con aquello que solo se puede ver y escuchar dentro de nosotros mismos.

Diez años han pasado junto a mas de mil caminos que la banda ha transitado pero las palabras aún resuenan y los sonidos aún nos movilizan y así siempre será por diez años más, por cien años más, por Marichi Wew y por que la música que se pueda ver llegue hacia aquellos que puedan comprender de lo que estamos hechos, acá y en todos lados. Mientras el viento siga soplando y el hombre siga siendo hombre seguirá sonando la banda que nos recuerda que vibramos en 432 y no olvidamos de donde venimos.